Federico Engels, 1820 – 2000

 

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¡Qué lumbrera intelectual se ha apagado! ¡Qué gran corazón ha dejado de latir! 1

 

Desde el MAI, queremos rendir un homenaje a este gran maestro del proletariado, llamado Federico Engels en el 180° aniversario de su nacimiento, reproduciendo un texto de Lenin escrito en el otoño de 1895.

 

El 5 de agosto del nuevo calendario (24 de julio) de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más destacado sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino hizo amigos a Carlos Marx y Federico Engels, la labor de toda su vida se convirtió en una obra común. De ahí que, para comprender lo que Federico Engels ha hecho por el proletariado, sea necesario para ver claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx en el desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus reivindicaciones, es un producto necesario del sistema económico existente, el cuál, junto con la burguesía, crea y organiza inevitablemente al proletariado. Demostraron que no serán las tentativas bienintencionadas de generosos individuos aislados, sino la lucha de clases del proletariado organizado lo que liberará a la humanidad de las calamidades que la agobian. Marx y Engels fueron los primeros en dilucidar en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta y el resultado ineluctable del desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora la historia de la lucha de clases, la sucesión del dominio y las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto continuará hasta que desaparezcan las bases dé la lucha de clases y de la dominación de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo cual la lucha de clase consciente de los obreros organizados debe dirigirse contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.

Estas ideas de Marx y Engels las ha hecho suyas en nuestros días todo el proletariado que lucha por su emancipación. Pero cuando, en la década del 40, los dos amigos colaboraban en las publicaciones socialistas, y participaban en los movimientos sociales de su tiempo, estas concepciones eran completamente nuevas. Entonces había muchos hombres de talento y sin talento, honestos y deshonestos, que en el ardor de la lucha por la libertad política, de la lucha contra la autocracia de los monarcas, la policía y el clero, no veían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Esos hombres no admitían siquiera la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte abundaban los soñadores, a veces geniales, que creían suficiente convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo sin lucha. Por último, casi todos los socialistas de aquella época, (y, en general, los amigos de la clase obrera) veían en el proletariado una plaga y contemplaban con horror cómo, a la par con el crecimiento de la industria, crecía también esta gran calamidad pública. De ahí que todos ellos pensaran cómo detener el desarrollo de la industria y del proletariado, en cómo parar «la rueda de la historia». En contraste con el temor general al desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento de éste. Cuantos más proletarios haya, tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria, y tanto más próximo y posible será el socialismo Los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera podrían expresarse, en pocas palabras, del siguiente modo: enseñaron a la clase obrera a conocerse y a tener conciencia de sí misma, y sustituyeron los ensueños con la ciencia.

De ahí que el nombre y la vida de Engels deban ser conocidos por todo obrero; de ahí que insertemos en nuestra recopilación (la cual, como todo lo que editamos tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos) un esbozo de la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.

Engels nació en 1820 en Barmen, ciudad de la provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, motivos familiares obligaron a Engels, antes de terminar los estudios en el liceo, a colocarse como dependiente en una casa comercial de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse en su capacitación científica y política. Siendo todavía alumno del liceo, odió ya la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios públicos. El estudio de la filosofía le llevó más lejos. En aquella época, en la filosofía alemana predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo adepto. Aunque el propio Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba como catedrático de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaría. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta, y el postulado fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual en el mundo se opera un proceso constante de mutación y desarrollo, llevaron a los discípulos del filósofo berlinés, que no querían resignarse con la realidad, a la idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante, tiene sus raíces en la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perpetuarse la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la inmensa mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo?. La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista. Deducía del desarrollo del espíritu el desarrollo de la naturaleza, del hombre y de las relaciones humanas, de las relaciones sociales. Marx y Engels, conservando la ¡dea de Hegel del eterno proceso de desarrollo2, rechazaron su preconcebida visión idealista; analizando la vida real, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino a la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia... A diferencia de Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocaron el mundo y la humanidad desde un punto de vista materialista y vieron que, de la misma manera que todos los fenómenos de la naturaleza se asan en causas materiales, el desarrollo de la sociedad humana está condicionado también por el desarrollo de las fuerzas materiales, de las fuerzas productivas. Del desarrollo de las fuerzas productivas dependen las relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso de producción de los objetos indispensables para satisfacer las necesidades humanas. Y en estas relaciones está la explicación de todos los fenómenos de la vida social, de los anhelos del hombre, de sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales que se asientan en la propiedad privada. Pero ahora vemos que este mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja de la propiedad a la mayoría para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la propiedad, base del régimen social actual y tiende al mismo fin que se han señalado los socialistas. Mas los socialistas deben comprender cuál es la fuerza social que, por su situación en la sociedad contemporánea, está interesada en realizar el socialismo y hacer que esta fuerza adquiera conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en Manchester, centro de la industria inglesa, adonde se trasladó en 1842 como empleado de una casa comercial de la que su padre era socio. Engels no se limitó allí a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por los barrios inmundos en que se albergaban los obreros y vio con sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban. No conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó cuanto se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales a su alcance. Fruto de dichas observaciones y estudios fue su libro La situación de la ciase obrera en Inglaterra, aparecido en 1845. Hemos señalado ya más arriba en qué consiste el mérito principal de Engels como autor de este libro. Cierto que también antes de Engels fueron muchos los que describieron los sufrimientos del proletariado e indicaron ia necesidad de ayudarte. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no es sólo una clase que sufre; que precisamente la ignominiosa situación económica en que se encuentra lo impulsa con fuerza incontenible hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo.

El movimiento político de la clase obrera llevará de manera ineluctable a los trabajadores a comprender que su única salida es el socialismo. Por otra parte, el socialismo se transformará en una fuerza sólo cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Tales son las ideas fundamentales del libro de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas asimiladas hoy por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente nuevas Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de cuadros de lo más fidedignos y espantosos que mostraban las calamidades del proletariado inglés. Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía, y que produjo una impresión grandísima. En todas partes se empezó a citar la obra de Engels como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni después ha aparecido una descripción tan brillante y veraz de las calamidades de la clase obrera.

Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en contacto con los dirigentes del movimiento obrero inglés de entonces y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció personalmente a Marx con quien mantenía ya correspondencia. En París, Marx se había hecho también socialista bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia. Los dos amigos escribieron allí en colaboración el libro La sagrada familia o Crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx y aparecida un año antes que La situación de la clase obrera en Inglaterra, asienta las bases del socialismo materialista revolucionario cuyas ideas principales hemos expuesto antes. La «sagrada familia» es un sobrenombre burlesco dado a los hermanos Bauer y a los adeptos de su filosofía. Estos señores predicaban una crítica situada por encima de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actuación práctica y se limitaba a contemplar con «espíritu crítico» el mundo circundante y cuanto ocurría en él. Los señores Bauer desdeñaban al proletariado, viendo en él una masa carente de sentido crítico. Marx y Engels se alzaron con energía contra esta tendencia absurda y nociva. En nombre de la verdadera personalidad humana (la del obrero pisoteado por las clases dominantes y por el Estado) Marx y Engels exigían no la contemplación, sino la lucha por un orden social mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza capaz de librar esta lucha e interesada en ella es el proletariado. Antes ya de que apareciese La sagrada familia. Engels había publicado en la revista Deutsch-Franzósische Jahrbücher, editada por Marx y Ruge, sus Ensayos críticos sobre economía política, en los que analizaba desde el punto de vista del socialismo los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo como consecuencias inevitables de la dominación de la propiedad privada. Su relación con Engels contribuyó, sin duda, a que Marx se decidiera a ocuparse de la economía política, ciencia en la que sus obras habrían de producir toda una revolución.

Engels vivió en Bruselas y en París desde 1845 hasta 1847, alternando los estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades. Engels y Marx se relacionaron allí con una asociación clandestina alemana, la i Liga de los Comunistas, la cual les encargó que expusiesen los principios fundamentales del socialismo concebido por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que vio la luz en 1848. Este librito vale por tomos enteros: su espíritu viene dando vida y movimiento hasta hoy a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de Europa Occidental, permitió a Marx y Engels regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana, asumieron la dirección del Neue Rheinische Zeitung, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos fueron el alma de todas las tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Defendieron hasta la última posibilidad los intereses del pueblo y de la libertad frente a las fuerzas reaccionarias. Como se sabe, estas últimas se impusieron. El Neue Rheinische Zeitung fue suspendido y Marx, que mientras se hallaba en la emigración había perdido la ciudadanía prusiana, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, participó en la insurrección armada del pueblo, combatió en tres batallas en pro de la libertad y huyó a Londres, a través de Suiza, una vez derrotados los insurgentes.

Marx se estableció también allí. Engels no tardó en colocarse como dependiente y luego socio de la misma casa comercial de Manchester, en que había trabajado durante la década del 40. Hasta 1870 vivió en Manchester; Marx, en Londres. Pero eso no fue óbice para que siguieran en el más íntimo contacto espiritual, manteniendo correspondencia casi a diario. En esta correspondencia, los dos amigos intercambiaron ideas y conocimientos y continuaron elaborando en común el socialismo científico. En 1870 Engels se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx, los dos prosiguieron su vida intelectual conjunta, llena de intensísimo trabajo. Su resultado fue, por parte de Marx, El Capital, la más grande obra de economía política de nuestro siglo, y, por parte de Engels, toda una serie de obras de mayor o menor volumen. Marx se dedicó a analizar los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels dilucidó en sus trabajos, escritos con gran fluidez y muchas veces en forma de polémica, los problemas científicos más generales y diversos fenómenos del pasado y del presente en el espíritu de la concepción materialista de la historia y de la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de Engels mencionaremos: la obra polémica contra Dühring (en la que analiza los problemas más importantes de la filosofía, las ciencias naturales y sociales), El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (...), Ludwig Feuerbach (...), un artículo acerca de la política exterior del Gobierno ruso (...), sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda y, finalmente, dos artículos, cortos pero muy valiosos, dedicados al desarrollo económico de Rusia (...). Marx murió sin haber logrado dar remate a su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, esta obra estaba terminada en borrador, y Engels, después de haber fallecido su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo y tercero de El Capital. En 1885 publicó el segundo y en 1 894, el tercero (el cuarto no le dio tiempo a redactarlo). La preparación de estos dos tomos le dio muchísimo trabajo. El socialdemó-crata austríaco Adler observó con razón, que, con la edición de los tomos segundo y tercero de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso, en el que, involuntariamente, gravó también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, estos dos tomos de El Capital son obra de ambos: de Marx y Engels. Las leyendas de la antigüedad nos ofrecen conmovedores ejemplos de amistad. El proletariado europeo puede decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las leyendas antiguas más emocionantes sobre la amistad humana. Engels siempre, y en general contada justicia, se posponía a Marx. «Al lado de Marx -escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo- me correspondió el papel de segundo violín». Su cariño a Marx mientras este vivió, y su veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos. Engels, luchador riguroso y pensador severo, era hombre de una gran ternura.

Después del movimiento de 1848-1849, Marx y Engels, en el exilio, no se dedicaron sólo a la labor científica. Marx fundó en 1864 la Asociación Internacional de los Trabajadores, que dirigió durante todo un decenio. También Engels participó intensamente en sus actividades. La labor de la Asociación Internacional que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo magna importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero incluso después de disolverse la Asociación Internacional en la década del 70, el papel de Marx y de Engels como unificadores no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero creció de día en día, porque el propio movimiento continuó desarrollándose sin cesar. Después de fallecer Marx, Engels, sólo, siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían por igual en busca de consejos y orientaciones tanto los socialistas alemanes, cuya fuerza, a despecho de las persecuciones gubernamentales, aumentaba constante y rápidamente, como representantes de países atrasados, por ejemplo, españoles, rumanos y rusos, que debían mediar y sopesar bien sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.

Marx y Engels, que sabían ruso y leían libros en esa lengua, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Ambos se hicieron socialistas siendo ya demócratas y su sentido democrático de odio a la arbitrariedad política era extraordinariamente vivo. Este sentimiento político natural, unido a la profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran muy sensibles precisamente en el sentido político. Por eso, la heroica lucha que sostenía un puñado de revolucionados rusos contra el poderoso Gobierno zarista halló la más profunda simpatía en el corazón de esos dos revolucionarios probados. Y a la inversa, era natural que el intento, devolver la espalda a la tarea más inmediata e importante de los socialistas rusos (la conquista de la libertad política), en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechoso e incluso lo considerasen una traición a la gran causa de la revolución social. «La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo», enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar ciertos derechos políticos. Además, Marx y Engels vieron con toda claridad que la revolución política en Rusia tendría también una importancia gigantesca para el movimiento obrero de Europa Occidental. La Rusia autocrátíca ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. Por supuesto, la situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, no hizo sino aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Sólo una Rusia libre, que no tenga necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, dará a la Europa actual la posibilidad de respirar aliviada de las penalidades de las guerras, debilitará a todos los elementos reaccionarios del continente y aumentará la fuerza de la clase obrera europea. De ahí que Engels, pensando en el progreso del movimiento obrero de Occidente, deseara calurosamente la implantación de la libertad política en Rusia. Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.


NOTAS


1 Las palabras que sirven de epígrafe al presente articulo fueron tomadas por Lenin del poema de N. K. Nekrásov, En memoria de Dobroliúbov.

2 Marx y Engels señalaron más de una vez que debían en gran parte su desarrollo intelectual a los grandes filósofos alemanes y, en particular, a Hegel. "Sin la filosofía alemana -dijo Engels- no existiría tampoco el socialismo científico".
Escrito en el otoño de 1895 (Tomado de LENIN, V.L: Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo. Ed. Progreso. Moscú, 1967, págs. 45-53)

Movimiento Anti-Imperialista
Mayo 2001